La librería de viejo. 2

-¡Eh, chico! ¿No te olvidas de algo?
-¿Yo?
-Las escamas No las has dejado en su sitio.
-Se las dí a... a...No sé cómo se llama.
-¿Es que no entendiste  la norma?
-Me dijo que eran suyas. Las recogí porque parecía que se habían caído.
-Todo donde lo encontraste. No era tan difícil. Me temo que tendrás que quedarte, hasta que dejes todo en su sitio. Típico de Lía. No querrá que te vayas.
- No quería que nadie las pisara. Son muy bonitas.
- Una lástima que te hayas dejado engañar. ¿Tú recoges cada pelo que se te cae?  Será mejor que te des prisa
- Pero abuelo me está esperando.
- Creo que ya no. Vives cerca, me ha dicho.
Fabián empezó a parecer más robusto y amenazante. Ismael se sintió muy pequeño. Miró de reojo hacia la puerta de salida porque alguien estaba echando la persiana y respiró al ver que quedaba a media altura.
-Voy a buscarlas. Siento haberlas cogido. Enseguida vuelvo.- Dijo mirando al suelo.

Fabián dejó una nota en la estufa, cogió las llaves y colgó el cartel de cerrado.
-Lástima. Voy a perdermelo.- Acabó de bajar la persiana y se fue calle abajo.

Ismael fue a la trastienda. No había ni rastro de Lía. El cielo estaba muy cargado y apenas llegaba luz del exterior. Buscó el interruptor cerca de la puerta y al encender la luz descubrió una trampilla entreabierta que no había visto antes.
-¿Lía? ¿Estás ahí? ¡Fabián me ha pedido tus escamas!
Pero nadie contestó.
-¡Líaaaaa!
Ismael volvió a la tienda con intención de contárselo a Fabián. Lo único que encontró fue la nota junto a la estufa:
Sírvete. Lía te cuidará bien. Volveré en cuanto pueda.

Tal vez si me quedo en silencio oiga el tintineo de las escamas al caer. ¿O sería ella haciéndome creer que se caían?
-¿Sirvete? Pero si aquí no hay nada para comer...Además, como para comer algo, ¿Y si luego me dice que lo deje donde estaba?

-Líaaa, ¿dónde estás?

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