La nobleza

La marquesa de la Empanada se levantó con una sensación liviana.
-¿Así que era esto?
-Sí señora. Acaba de recibir usted el título de Condesa de Casa Navel.
-¿Navel como las naranjas que tienen ombligo?
- Exactamente
- Siempre he sido un poco corta de miras, pero estooooo... Sinceramente, yo hubiera preferido el título de duquesa de Monte Perdido o el señorío de Tíopasemeustélrío. En fin, qué se le va a hacer.
A pesar de todo acabo de tener una inspiración.
-¿Ah, si?
- Voy a ceder mi título primero. Me lleva pesando la Empanada ya mucho tiempo y creo que he descubierto la manera de deshacerme de ella.
- Perderá usted el caché del marquesado
- Es un riesgo que estoy dispuesta a correr. Quiero que entre la luz y el aire fresco. Ventilaremos todo lo que ha permanecido encerrado. Hacer un buen expurgo, hacer sitio... para dejar sitio, espacio diáfano que ya veremos si se usa más adelante como sala de baile o como sala de experimentos!.
- ¿Y quien va a querer coger su marquesado?
- Cualquiera que esté desesperado por demostrar lo que vale. Usted mismo lo ha dicho, confiere mucho caché.
- ¿Y no se lo tomará a mal su familia?
- Mmmmm No creo. Mi familia no tiene nada que ocultar, son como se muestran, aunque puede que hayan sido tímidos. En fin, no sé ¿Usted se lo tomaría a mal si no tuviera nada  que ocultar?
- Es que yo tal vez no tenga sus mismas referencias, no valore las cosas igual que su familia. No sé qué decirle.
- Pues no diga nada. Me es indiferente. Era una pregunta retórica, ¿comprende?

Y la exmarquesa se puso los guantes, un delantal con puntillas de chantillí y empezó por el principio, que es por donde siempre se empieza.

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