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Pequeñas guías que te llevan a ninguna parte. Políglotas mares de confusión. Mínimas dosis de información condensada que no dicen nada importante: Quién lo enlató. De qué color eran sus ojos. Cuántos años tenía. Alguna vez quiso a alguien. Qué le hacía sufrir. Qué de sí mismo le daba miedo saber. Cómo se llamaba.
La próxima vez que lea una etiqueta contando las Es que tiene, miraré por detrás buscando tu huella dactilar, por si eres tú el que me estás llamando.

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