Una de pájaros

La pajarera estaba vacía, como siempre pasa al principio. Llegaron dos tortolitos y anidaron en ella.


El tórtolo era feliz haciendo lo que le venía en gana. La tórtola era feliz haciendo lo que le venía en gana. Luego estaban los encuentros amorosos y los desencuentros también, como ocurre en toda pareja. Pero se les veía ilusionados a los pajarillos. Se fueron acostumbrando el uno al otro o eso parecía, que la procesión va por dentro, dicen, y por algo será.

- Vas a hablar otra vez de lo mismo. ¿No te cansas?
- No exactamente.  Hablar de lo mismo me cansa, pero a lo mejor sale otra cosa. Deja que hablen los pájaros

La pajarera empezó a llenarse de plumitas blancas y pegotosas que Tortoleta se afanaba en reunir y tejer con los palitos que encontraba por el camino.
¡Qué orgulloso estaba Tórtolo de vivir con quien vivía!. Ella había construido un nido cómodo donde incubar los huevos y criar pichones.
Él trabajaba mucho,  todo lo que fuera necesario para que ella estuviera orgulloso de él. Se convirtió en proveedor, pero a veces se quejaba de que los pollos no eran tan  cariñosos con él como con ella.
- Son horas de vuelo Tórtolo, no seas arisco con ellos, ¿no ves que así los espantas?
Pero Tórtolo, que no los conocía tanto porque pasaba con ellos menos tiempo, cuando se ponía serio y la buscaban a ella, perdía los nervios y se justificaba diciendo que así no serían pusilánimes.
Otras veces se volcaba con todos ellos y Tórtola y Tórtolo conseguían disfrutar juntos de su familia, como era de esperar.

Los pichones se iban haciendo grandes. A Tórtola le encantaba verlos aletear y soñaba con verlos volar lejos, con volar ella lejos también.
De todos es sabido que las tórtolas forman pareja para toda la vida. Ella fue tórtola por eso mismo casi sin saberlo, pero, ¡ay! a su tórtolo le daban pánico las alturas.

-¿No te parece un poco raro que a un pájaro le dé miedo volar?
-Lo que he dicho es que le daba miedo la altura. Hacía vuelos rasantes y por los alrededores, donde se sentía dominando la situación. No es que no volara, sino que  prefería quedarse cerca. Puede que no fuera un gran viajero, o que padeciera alguna fobia sin saberlo.

Tórtola, así como si querer, fue preparando una ventana bien grande por la que ver mundo.

El primer día picó un pequeño agujero. Animó a sus hijos a asomarse por él como si fueran piratas en busca de un tesoro con su catalejo.

Los pollos se agolpaban a su alrededor.
-Poco a poco, Picochico. ¡Espera que lo vea tu hermana!
- ¡Yo no veo, yo no veo!- decía el más pequeño tirándole de las alas.
-¡Espera, espeeeeeera!. ¡Uno detrás de otro!
- ¿Cuándo me toca?¿Me toca ya?
-¡Pero si acabas de mirar! ¡A la cola pepsicola!
-¡Se ha colado, me tocaba a mí!

Al cabo de media hora Tórtola estaba reventada por el esfuerzo organizativo, feliz de ver a sus hijos tan entusiasmados y un poco apenada porque Tórtolo se lo había perdido.

¡Qué caramba!, verían mucho mejor si cada uno tuviera su propio otero. Podrían jugar a detectives, a veo-veo, a encontrar el mejor sitio para aterrizar, a buscar otras pájaros, a ver quién era el primero en ver a su padre... iba a ser muy divertido

A Tórtolo no siempre le agradaban esos juegos.
- Tanto mirar hacia afuera...¿Es que quieres que se vayan?
- El mundo es muy grande Tortolito, y hay cosas increíbles que se pueden vivir ahí fuera.- le decía ella.

Cada día un poquito, pica que te pica, hizo un agujero lo suficientemente grande como para poder salir. Algunas noches sin luna llamaba a sus hijos para que vieran las estrellas.

- ¡Que se acuesten ya!
-¿Y se van a perder esto?
- Tiempo tendrán de verlo.
- No seas quisquilloso, cuéntales tú lo que sabes de las estrellas
- Yo estoy reventado, ¿y tú? ¿no te acuestas?
- Ahora cuando encontremos a Orión y el Cinturón de Zeus.
- ¡Pues es muy tarde!
- ¡Tampoco vamos a estar aquí media noche! Acuéstate tú si estás cansado.


A la mañana siguiente Tórtola siguió picando. Quería hacer un agujero bien hermoso para cada pollo y que ellos decidieran cuando lanzarse a la aventura.

- Se ve mucho mejor lo de fuera cuando se lo quieres explicar a otro, estoy entusiasmada con lo que estoy encontrando- le dijo a Tórtolo un día
-Cualquiera diría que sólo se puede ser feliz saliendo de aquí.
-¡Pero si lo estamos descubriendo desde aquí, todos juntos, qué cosas dices!
- Es que con tanto mirar hacia fuera no me ves a mí.
-Anda, anda, si te pasas el día trabajando.
- Les estás empujando a que se vayan
- Y cuando lo hagan serán felices y cuando vuelvan nos contarán a quién han conocido, cómo se vive en otros bosques, el tono de sus verdes...
- Ahora me has salido poeta.¡ Pues anda que no disfrutan aquí los forasteros!
-Yo también disfruto mucho de los lugares nuevos.
-Sí, pero como se come aquí, en ningún sitio
- Pues a mí también me gusta la comida de otros lugares
-¡Como en casa de uno, en lao ninguno- sentenciaba Tórtolo un poco nervioso con los aires cosmopolitas de su pareja.

Pica otro poco al caer la tarde. Pica aún más cuando Tórtolo vuela a la taberna de la esquina

-¿Ahora también beben las tórtolas?
- ¿ Y qué tiene eso de raro? ¿No había una lechuza que iba a la catedral a beber aceite?
-¿La de Baeza?
-Esa, sin ir más lejos.

Los pollos se iban haciendo mayores y Tórtolo no ganaba para preocupaciones.
-¿Has visto? No quieren más que salir
- Como tú con su edad, ¿O es que tú te quedabas en tu casa encerrado?
Cuando estaban de vuelta les recriminaba por salir tarde y volver más tarde aún. Y Tórtola pensaba que no era ella la que les estaba empujando a salir, sino él, con tanto sobresalto y tanta queja por la apetencia de alterne de sus hijos.
-Es posible que sea necesario ese empujón para desear ser adulto- pensaba ella.

Hizo varias ventanas, bastaría abrir sus hojas para dejar atrás la pajarera. Poco a poco, los pollos fueron volando. Uno voló hacia el norte y descubrió que el clima le era más propicio allí. Otro al sur y construyó su nido en un bosque tropical. Otro a la costa, otro a la campiña...cada uno fue encontrando donde vivir su vida.

La pajarera  ha vuelto a quedar casi vacía. Ahora Tórtolo está contento porque hace lo que le viene en gana. Tórtola está contenta cuando hace lo que le viene en gana...
En cuanto a los encuentros y desencuentros amorosos...se siguen dando como en todas las parejas.
Tórtola sigue reuniendo plumón con palitos. Intenta reconstruir el nido que se deshizo con las quejas. Esas que intentaban mantener el estatus, el poder, más que el lugar al que quieres volver.

-¿De quién estás hablando ahora, de él o de ella?
-De las quejas. Las quejas son quejas. No son él o ella sino ello.
-¡Género neutro!
-Exactamente

Los ventanales siguen abiertos  y ahora son Tórtola y Tórtolo los que se asoman por si ven llegar a sus hijos...y alguna que otra vez, para explorar allende los mares.

-
¿Y querrán volver cuando se vayan?
- Dependerá de que reconstruyan la pajarera de forma que les guste volver.
- Eso tiene sentido
- Eso creo yo también




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