Una historia de Sta Terezinha: Machado
Machado, un vecino de Sta Terezinha murió y lo prepararon para enterrarlo. Le pusieron las manos sobre el pecho y lo velaron. Cuando llegó la caja descubrieron con pesar que su pecho era tan ancho que las manos impedían cerrarla. Cuando intentaron corregir la
postura el rigor mortis dificultó la tarea. Era preciso bajarlas
sobre el vientre para poder cerrar la caja y nadie lo conseguía.
-Hay que llamar a Leuter - concluyeron desesperados los allí
presentes.
Leuter llegó, probó bajar las manos empujando con todas sus
fuerzas pero no se movieron ni un centímetro. Una mujer mayor le dijo
-No se mueven porque tienes que empujar pidiéndoselo en alto,
diciendo su nombre.
Y entonces Leuter lo hizo de nuevo:
-
Machado, soy Leuter, baja las manos que podamos
cerrar la caja- le decía empujando de
nuevo a las manos.
Y la mano derecha de Machado pareció deslizarse suavemente.
- Machado,- llamó con autoridad de nuevo- baja la otra mano que podamos cerrar la caja.- La mano izquierda se movió un poco en la dirección requerida. En ese momento Leuter no sabía
si era una impresión suya o si lo que parecía que había pasado era verdad. ¿Cómo era posible que un muerto diera muestras de entendimiento o de voluntad?
Mientras su mente racional le decía que era imposible oyó a la mujer que le decía
- Eso
, Leuter, sigue, sigue.
A
partir de ese instante Leuter siguió pidiendo a Machado que bajara las manos
deseando que el momento de acabar llegara rápido.
- Machado, baja las manos un poco más- Y veía con
incredulidad cómo su mano se deslizaba otro poco hacia el vientre
Después de increpar varias veces al muerto, las manos de Machado
estaban lo suficientemente bajas para que la tapa de la caja pudiera cerrarse.
Leuter salió de la habitación “apavorada” y fue corriendo a
su casa.
Dice que aún no puede creer lo que ocurrió aquella noche, pero que ahora entiende mejor por qué la Iglesia recomienda no invocar a los muertos!
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