Un pedacito del paraíso

Un pedacito del paraíso


Después de unos días en Sta Terezinha, iniciamos el viaje a São Félix do Araguaia. 

Quino y yo hicimos el primer tramo del viaje en coche. Marco Antonio, un seminarista que vive en Santa Terezinha, iba una semana al mes a dar clase a la escuela de un poblado karajá que hay en dirección a Sao Félix, río arriba, y nos llevó a conocerlo. 


-Awuiri!-  Empezó a gritar Marco Antonio cuando llegamos.

Awuiri es el saludo karajá que sirve casi para todo: Hola, cómo estás, adiós...

Casi al fondo de la aldea encontramos una familia con sus niños. El bebé empezó a llorar y como la madre (o la abuela, no me enteré muy bien, aunque por la edad más parece la abuela) no conseguía callarlo, Marco Antonio lo cogió y empezó a canturrearle en su lengua.


Luego me lo pasó a mí y afortunadamente siguió tan contento. 

Los nombres de la gente de aquí  me resultan difíciles. Los de los karajá aún más, si cabe.





 Este joven nos llevó a lo alto de un pequeño cerro junto al poblado desde el que conseguimos las mejores vistas sobre el río Araguaia que hemos tenido. El mato, un océano verde inacabable. Luego nos ofreció agua fresca de la nevera de la casa de su tío y sacó este tocado que usan en algunas ceremonias.

 

Antes de irnos nos acercamos a saludar a otra familia. Las mujeres suelen vender artesanía. Compramos algunos pendientes y Marco Antonio pidió que le hicieran un dibujo por diez reales. La maraca es, en realidad, un sonajero.


La tinta de este tatuaje, que dura unos diez días, se hace mezclando una planta, urucum, con ceniza y agua. No hay pincel. Se dibuja con un palito flexible. El diseño se elige de entre 10 o 12 que hay en una fotocopia.
La abuela tenía frío. Es invierno, a 22-23 grados con un poco de viento y al lado del río, se está mejor al sol.


A las once nos recogieron en el República Independiente do Araguaia, el barco de la prelazía. 
Félix compró el cascarón del barco cuando no había carreteras asfaltadas.  Durante la época de lluvias no había manera de ir a ningún sitio si no era por el río. Hacía falta un barco para poder sacar enfermos, visitar poblados, acudir a reuniones...Más tarde sirvió para llevar alumnos a la universidad de Luciara, los llevaban y recogían dos veces al año. El motor y el habitáculo lo añadieron ellos.  


Cuando llegaron los del barco nos despedimos de Marco Antonio que se volvió en el coche a Sta Terezinha 
(De izda a dcha: un amigo de Marco Ant que nos acompañó a la aldea, Félix, Luchía, Manú, Luciene y yo)
Ir en el barco es una fiesta para Félix y sus amigos. Intentando calmarse para poder tomar una decisión en uno de los muchos conflictos que han resuelto se fueron a pescar. La preocupación era tan grande que volvían al tema sin darse cuenta. Félix, cansado de no llegar a ningún sitio dijo: -Aquí no se habla más de esto. Estamos en la república independiente del Araguaia .- Y fue tan eficaz y tan liberador el comentario que el barco quedó bautizado con ese nombre.

Atracamos en una de las muchas playas que quedan en forma de isla. Estamos en la estación seca y el río baja mucho. Unos tres metros. Pasa de tener 1000 metros de ancho a tener 300... Nuestro Río Grande es un arroyito a su lado. 
Luego fuimos a pescar en las canoas.
 Yo saqué bastantes pirañas con la ayuda de Manú, que cada vez que veía salir una me decía "¡cuidado, yo la cojo!". Luego con los alicates les rompía la mandíbula. La razón de por qué se hace eso es esta:

Una doble fila de dientes afilados capaces de arrancarte un pedazo como te descuides. Al anochecer nos acercamos a la playa. Montamos dos pequeñas tiendas de campaña para Quino y para mí, porque no cabíamos los ocho en el barco. 
 "Quien toma sopa de piraña, vuelve al Araguaia" dice el dicho. ¡Voy a tener que volver, Leuter nos preparó una sopa estupenda con ellas!



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