"Tu media cara" y alguien más en el palacio

El balcón se había quedado abierto. Era sábado y sólo entraban visitantes en las tres exposiciones que albergaba el patio. Desde donde estaba sólo podía ver la exposición de "Tu media cara", la otras dos se quedaban  debajo de su balcón o en uno de los soportales laterales.No tenía ángulo suficiente, estaba cerca de una esquina.
Tenía unas ganas locas de bajar.

-¡Que cierren! ¡Que cierren ya, que yo también quiero ver de cerca esas caras!


Cuando todos se fueron y el guarda se quedó adormilado bajó con el sigilo propio de un fantasma.
Había fotografías de algunos de los profesores con distintas expresiones: de alegría, de sorpresa, de enfado... también de sus alumnos autistas.
Lo peculiar de la exposición era que la mitad de la cara era el dibujo que unos habían hecho de los otros completando la otra mitad, que era una fotografía en blanco y negro.
- ¡Yo también quiero!- corrió a la oficina del secretario. Puso su cara en la fotocopiadora y esperó.
Salió un churro pero no le quedaron ganas de repetir. El fogonazo le había dejado deslumbrada y tropezó haciendo mucho ruido.
El corazón le latió con fuerza del susto. Pasados unos minutos en los que no oyó a nadie subir decidió seguir adelante.

- Bueno, ¡pues retoco los que ya hay hechos!

Cogió los fluorescentes  y lápices que encontró por las mesas de todos los despachos. En uno de los cajones también vio un esmalte de uñas y una barra de labios que cogió prestados, lo metió todo en una bolsa y se dispuso a bajar al patio.
Lo primero que pasó fue que no pudo moverse fácilmente, como cuando iba sin carga. Salir por el balcón podía ser arriesgado. Si se caía algo de la bolsa desde la altura a la que estaba, haría mucho ruido y el guarda nocturno podía asomarse a ver qué pasaba.
Bajó sigilosamente las grandes escaleras, cruzó de puntillas hasta la fuente, escondió allí la bolsa con todos los útiles recogidos y se acercó a la foto que estaba más escondida.
- Es una pena que la mitad de la foto esté tan gris.  ¡A ver con un poco de barra de labios!

Y fue pintando labios hasta que se le ocurrió que también podía colorear los ojos, o el pelo. A Algún profe le añadió bigote y a alguna seño unas bonitas gafas de ojos de gato.

Tanto se entretuvo que casi no se dio cuenta de que le estaban observando.

Un gato se había colado por una de las rejas.

-¿Te gusta como está quedando? ¿Quieres que te pinte a ti también?

Sacó un rotulador verde. Se acordó de aquella vez que en primero de primaria les enseñaron las horas y al llegar a su casa, con un rotulador del mismo tono hizo un círculo en la pared tal y como había visto hacerlo a su maestra:
Imaginó que el centro era su hombro, extendió el brazo completamente y lo giró haciendo un círculo todo lo grande que pudo. Se echó tres pasos hacia atrás, ladeó la cabeza mirándolo atentamente y se sintió satisfecha. No había quedado nada mal. Luego se volvió a acercar y añadió los números de la esfera. Empezó por el doce, luego el seis, el tres y el nueve. Al añadir el resto de las horas no acabó de gustarle el conjunto. El 10 y el 11 se veían torcidos y apelotonadas.
-¡Vaya!- Probó otra vez.
-¡Mucho mejor!- Se dijo.
Puso las tres en punto. Esa era fácil. La aguja larga tenía una flecha puntiaguda perfecta, la corta sin embargo, le pareció más bien ancha.
No iba a desaprovechar el primer reloj. Las medias eran bonitas. Le pondría las dos y media. Le encantaba el seis, además le había salido justo en su sitio, centrado en la parte más baja.
Si no hubiera sido porque la llamaron para merendar, hubiera llenado la habitación de relojes.
-¡Qué pena!- pensó, - ¡ahora que iba hacerlos con el rojo!-  es que  aquellos rotuladores que se ensamblaban por arriba o por abajo, tenían unos colores muy bonitos, los hubiera usado todos.
-¡Tal vez luego!

Pero luego no pudo ser. Los rotuladores desaparecieron. A cambio ganaron una pizarra.

Hoy sí podría pintar todo lo que quisiera. El guarda solía centrarse en la fachada. El patio era interior. Fue una tras otra hasta que el gato empezó a tirarle de los pantalones.
-¿Quieres jugar? ¡Escóndete! Te cuento veinte: Uno, dos, tres, cuatro,  ....diecinueve y veinte.
¡Ronda, ronda, quien no se haya escondido que se esconda que ya voy!

Aquí puedes ver la exposición real

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